jueves, 18 de octubre de 2007

Aquel país


Aquel país tiene muchas cosas que le gustan. Una de ellas no la ha encontrado nunca en ningún sitio por él conocido. Tampoco es que conozca demasiados, pero sí los suficientes como para empezar a hacer distinciones. Cuando viajamos vemos cosas, y cada uno elige sin querer, qué es en lo que quiere fijarse. A él le gusta, más que los paisajes o los edificios, observar a sus gentes. En ese país las miradas te persiguen. Son tan penetrantes que aunque no quieras verlas las notas. En ese país las miradas hacen que sientas la piel. Si lo recorrieras de norte a sur, podrías trazar una línea continua con las miradas que te han perseguido. Aun siendo un lugar poco habitado, siempre hay alguien que te mira. El hecho de que lo observen siempre le ha incomodado, pero esos ojos son tan francos, penetrantes y profundos, que no le importa. En su país viven gentes de ese lugar del que estamos hablando. Sus compatriotas se sienten incomodados por esas miradas. Desde aquí él invita a todos, a que sientan esas miradas en el origen, donde en realidad se producen y cobran todo su significado. También le gustan los olores, antiguos y puros. Nada que ver con el olor de las tiendas del "soap no se que" que interrumpen el olor a contaminación de nuestras ciudades. Pero seguiremos con las miradas.

En mi calle.....


En mi calle hay niños preguntones, madres agotadas tirando de niños preguntones, abuelos con los mismos ojos que mi abuelo, coches explicando donde está su dueño para que no les pongan multa, perros asados por el calor que están pasando, con tanto pelo, mujeres arrepentidas por haberse puesto medias, pensando lo mismo que los perros, pero sin cagarse en su dueño, niñas chinas tirando de carros grandes, payos alternativos con grandes gafas de sol, gitanas guapas y arregladas como modelos tirando del brazo de gitanas de luto, pasando por delante de gitanas rumanas sentadas en el suelo, pidiendo, trozos de hierbas creciendo incomprensiblemente de entre los adoquines de la calle, kioskeros fumando ducados, personas andando sospechosamente lentas al pasar por delante del kiosko, kioskeros pensando y preguntándose que les costará gastar un euro, sin darse cuenta de que ha respondido su propia pregunta, bibliotecas ultimo modelo, bares con cabezas de gambas esparcidas por el suelo, y el reflejo de una chica en el escaparate, con los ojos vidriosos, al recordar al señor que tenía los mismos ojos que su abuelo.